Finlandia en invierno se recubre entera con un manto de nieve y, sin duda, no existe estampa navideña más acertada que ésta .

Pero la nieve no siempre es tan idílica como parece, puede llegar a ser el mayor de los incordios para cualquier transeúnte, sobre todo cuando se forman grandes placas de hielo bajo la calzada y las ciudades se convierten en gigantescas pistas de patinaje. Hoy mismo ayudé a una señora a levantarse tras pegar un resbalón delante mía.

Existen formas para evitar que la gente patine y se caía de bruces. Una de ellas, supongo que la más conocida, es la de echar sal. Con ello lo que se consigue es que no se formen placas de hielo que son, en definitiva, las que nos hacen patinar. La explicación es muy sencilla. El agua se congela a 0º, sin embargo, cuando está disuelta en algo, su punto de congelación disminuye, es decir, tiene que hacer más frío para que la nieve se convierta en hielo. El descenso de este punto dependerá de la cantidad de sustancia disuelta. El problema es que cuando la temperatura ambiente ya es muy baja, éste método deja de ser tan efectivo.Por eso también se usa la gravilla. Según mi experiencia es mucho más eficaz, por lo menos en Helsinki, donde estos días de tanto frío es inevitable que la nieve tienda a solidificarse por más sal que se arroje. Y, claro, Helsinki está al sur, imaginaos si vamos subiendo más al norte del país, la cosa se complica.  Las piedrecillas que inundan las aceras lo que hace es que el zapato se agarre mucho mejor. También he leído que evita que los perros (por aquí hay muchísimos), vayan lamiendo la nieve y se quemen la lengua pero, que queréis que os diga, me parece un poco surrealista… La otra razón tiene más sentido para mí y, ya os digo, funciona. Además he visto como al final del invierno, cuando la nieve empieza a derretirse, recogen los guijarritos y los reciclan para el siguiente año, ¡qué monos!

Pero lo que realmente me parece curioso es lo que se hace en la zona céntrica de las ciudades más importantes del país como, por ejemplo, Helsinki, Rovaniemi o Jyväskylä, donde el tránsito de gente es más numeroso por ser zona donde abundan tiendas y comercios. Estas calles principales de las que os hablo llevan bajo el suelo tuberías por las que corre agua caliente, impidiendo que la nieve llegue a cuajar y evitando así la formación de las peligrosas placas heladas sobre la superficie. Esto no quiere decir que cuando vas caminando por esta zona notes el calor, ni muchísimo menos. Para sentir calor en los pies lo único que funciona es un buen calzado y unos calcetines de auténtica lana o, mucho mejor, de alpaca. Lo que sí se aprecia bien es como hay varias calles donde se deja ver el asfalto que están rodeadas de otras tantas que tienen un grosor de nieve considerable y, por supuesto, la facilidad de caminar por ellas.

Este verano pudimos ver estas tuberías porque estaban ampliando la zona por la que ahora, en invierno, es más cómodo caminar.

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Normalmente esto se hace así en calles peatonales. Sin embargo en Helsinki, en las dos avenidas comerciales más importantes, Aleksanterinkatu y Pohjoisesplanadi, circulan tranvías y tráfico rodado, por lo que se convierten en las excepciones que confirman la regla.

Pero también puede pasar que no vayas por el centro, que la sal no sirva para nada porque las temperaturas son extremadamente frías y que no hayan echado la gravilla. Entonces, una de dos, o bien te plantas pinchos en la suela de los zapatos, o bien haces malabares de camino a comprar el pan con los dedos bien cruzados para llegar a casa sano y salvo.

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